martes, 10 de mayo de 2011

La verdad desnuda

Dos cuestiones de indudable actualidad han horadado la ataraxia del ciudadano. Y con bastante virulencia, por cierto. La primera es la constatación de una realidad que se anunciaba cual viento sahariano, con fuerza y reiteración, por los partidos “conservadores”. La segunda es el asesinato de Osama Ben Laden, el embajador de la muerte en la Tierra.
Temas controvertidos en los que el pensamiento ha de andar con sumo cuidado. La pluma mucho más.
La llegada de Bildu a las elecciones ha sido recibida, como suele ocurrir con cualquier cuestión, con disparidad de opiniones. Unos piensan que es una ganancia democrática. Otros que es un atentado contra el Estado de Derecho.
El asesinato de Osama Ben Laden también ofrece más de un perfil de opinión, aunque básicamente dos: los que valoran su muerte por encima de otra consideración, y los que apelan a los Derechos humanos y señalan que lo deberían haber detenido para ser juzgado.
Sirva lo anterior de breve preámbulo para situar los temas sobre los que quiero dar mi opinión.
El filósofo de la ciencia Imre Lakatos señalaba que las teorías estaban defendidas por unas hipótesis auxiliares que les servían de cinturón protector. Esto es, antes de llegar al núcleo central de la teoría había que pasar por esas hipótesis. Si desmontábamos las hipótesis, eliminábamos la teoría. En círculos filosóficos esto es conocido como falsacionismo sofisticado. Pues en la realidad ocurre algo parecido. A la verdad la cubrimos con círculos concéntricos, como si se tratara de una cebolla, para intentar desvelarla, consiguiendo lo contrario. Todos los argumentos, ideas, constructos, pensamientos, razonamientos, frases ad  hoc que se utilizan para analizar una verdad son como los cinturones protectores de Lakatos, nos alejan del núcleo de esa verdad. 
¿Por qué les cuento lo de Lakatos? Porque a veces creo que todo, absolutamente todo, es mucho más sencillo de lo que parece y de lo que queremos hacer que parezca. La verdad no necesita círculos concéntricos, necesita desnudez.
Los dos asuntos que ocupan esta reflexión han sido cubiertos con innumerables cinturones de protección. Mi verdad es: ha muerto un cruel asesino y se ha permitido que un grupo de personas que defienden a asesinos, que están en connivencia con ellos, puedan dirigir el destino de un pueblo.
No me alegro de que muera nadie, pero no me desagrada la desaparición del mayor arcángel de la destrucción de las últimas décadas. Lo de Bildu me ha parecido execrable: los “malos” vuelven a tener dinero y poder. El Estado se lo ha concedido. Sí, he dicho Estado. Montesquieu no ha llegado a España. Mientras los miembros del Consejo General del Poder Judicial y los del Tribunal Constitucional sean nombrados por los políticos, el Estado de Derecho es una mentira. Una más.
Reflexión final de un ciudadano: Bien lo de Ben Laden, mal lo de Bildu.
Reflexión final de una víctima (ya sea del terrorismo islámico o del terrorismo de ETA): Por fin se ha hecho justicia con el maldito Ben Laden; es humillante, denigrante e indigno que los asesinos de mi… estén en las instituciones públicas.
En fin…  

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