miércoles, 29 de junio de 2011

Impresiones

Platón sitúa el alma fuera del cuerpo. Descartes une a tan inseparables compañeros mediante la glándula pineal. Yo, con un discurso más prosaico y visual,  sitúo el alma en la expresión facial. Y afirmo: el alma de cada ciudadano es la expresión de su rostro.
Cesare Lombroso señalaba la concepción del delito como resultado de tendencias innatas, de orden genético, observables en ciertos rasgos físicos (asimetrías craneales, arcos superciliares) que derivaban en la fisionomía, esto es, en ciertas expresiones faciales. Lombroso los llamaba criminales natos.
Yo no voy a hablar de criminales, ni de Cesare Lombroso, ni de Descartes o Platón, sí lo voy a hacer sobre las expresiones faciales y los gestos como desveladores, mostradores,  de eso que llamamos personalidad.
Y para que mi análisis no quede circunscrito a la vaguedad traeré a colación dos momentos del presente que ilustran mi artículo y otorgan concreción a mis afirmaciones.
Decía Oscar Wilde que no hay una segunda oportunidad para una primera impresión. Y me temo que así es. Los representantes de Bildu son, en esta ocasión, las víctimas del epigrama de Oscar Wilde. Y aquí no se habla de belleza o de fealdad, se habla de cuestiones más inefables y, por lo tanto, más sutiles. Bildu tiene una cara y un discurso. El discurso siendo peligroso, no es lo importante. Lo reseñable es la cara, más que ella su expresión. La expresión facial de los de Bildu no es limpia, no es serena y no es inteligente. El sastre que ha confeccionado esta expresión con la que se visten sus ajados corazones no entiende de estilismo. No ha sabido dotar a dicha creación con las delicadas armas de la bondad, de la generosidad o de la humanidad. Yo aprecio desdén y odio. Y me preocupa. Me causa temor que sus expresiones me sugieran de manera tan clara, no hay lugar para la duda, todo lo anterior. Wilde nunca los hubiera votado, yo tampoco, el pueblo vasco lo ha hecho…ellos sabrán. Estéticamente no pasan la prueba, Lombroso los hubiera condenado, ideológicamente tampoco.
El otro momento del presente al que solicito su presencia es el que tiene que ver con el debate sobre el estado de la nación. El histrionismo que vimos ayer en nuestra sagrada cámara de representación también es indicador del tipo de político que vive en las instituciones. Cuando las respectivas “bancadas” se levantaban a vitorear a sus líderes, se constataba, una vez más, el alejamiento de la realidad de los políticos. No era, aunque para ellos sí, una batalla de sofistas lo que allí se dilucidaba, era el futuro de España. Pero...ellos, debido a la miopía con la que observan el futuro,  no contemplan desde su atalaya privilegiada la verdadera cuestión en juego: España. El histrionismo es una señal de “decadence”. Sólo al que ha perdido la fe en lo que afirma, al que no le asiste la razón, al que no argumenta, lo visita el estridente, exagerado y fuera de lugar, gesto histriónico.
Ni la expresión facial de los de Bildu, ni el histrionismo de nuestros políticos. La estética de este país no está a la altura de los tiempos. El alma de nuestros políticos ya no cimbrea movida por la ilusión y los ideales. Es hierática y rígida.  Y, en algunas ocasiones, fea.

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