viernes, 24 de junio de 2011

Mea culpa

Freud hablaba de los mecanismos de defensa del ser humano como algo necesario para reducir, minimizar, e incluso intentar hacer desaparecer, las consecuencias de sucesos estresantes que ponen en peligro nuestra estabilidad emocional. 
Estos mecanismos de defensa del “yo” son siete u ocho, según se incluya o no el de “represión” entre ellos. Aunque según Ortega éste tenía tanta fuerza y era tan importante que había que distinguirlo de los otros y situarlo en una categoría aparte.
Yo, sin embargo, quiero fijar mi atención en otro no tan importante, y para eso llamo a mi presencia al de racionalización, mecanismo de defensa que consiste en justificar las acciones del propio sujeto. Se trata de dar una explicación “lógica” a las decisiones, sentimientos y pensamientos que provocarían sentimientos de culpa o rechazo. Es decir, justificar nuestros errores para hacer más llevadero nuestro caminar diario.
He llamado a Freud a filas, a la primera línea de batalla, para que me sirva de apoyo teórico en lo que, a continuación, voy a intentar exponer. El vienés, denostado por muchos, goza de mi estima intelectual.
La situación en España es terrible: cinco millones de parados, personas que han sido obligadas por los bancos a abandonar su vivienda, políticos corruptos que han saqueado las arcas públicas, un pueblo que apenas es escuchado, defensores de asesinos en las instituciones, recortes sociales sin igual en la historia de la democracia, situados en los últimos lugares en el informe PISA (programa internacional para la evaluación del estudiante), además de cuestiones varias.
El movimiento Democracia Real Ya ha surgido, entre otras cosas y simplificando un poco la cuestión, para hacer frente a lo anterior, a una serie de injusticias que el pueblo ha sufrido sin culpa alguna, sin merecerlo. ¿Sin culpa alguna? ¿Sin merecerlo? He aquí el quid de la cuestión y es aquí donde dirijo el aguijón de mi discurso.
Evidentemente,  nadie quiere que ningún ciudadano pase hambre, que sea desahuciado de su casa, que sufra amenazas terroristas, que esté en el paro, que … Pero, ¿qué parte de culpa tiene el ciudadano en lo anterior? Me temo que alguna.
Democracia Real Ya tiene razón en su indignación. Pero, ¿hemos hecho análisis exhaustivo de la parte alícuota que en la culpa de lo ocurrido tenemos los españoles como entes individuales, o se ha utilizado el mecanismo freudiano de racionalización para eliminar nuestra parte de culpa y asignársela a los demás, llámese Sistema, Gobierno, Mercado, o como se quiera llamar? Veámoslo.
Al Gobierno más… (el adjetivo colóquenlo ustedes) de la historia democrática de España lo votaron 11 millones de personas. Ahí encontramos 11 millones de culpables que ahora están en la calle eximidos de culpa y solicitando que paguen los culpables. Yo he de pagar por ese voto. No soy culpable, pero acepto las consecuencias de la culpa colectiva. Llevo soportando a este Gobierno siete años. Y no acuso yo, acusa el fiscal de la realidad.
Los bancos han sido acusados de todo. Y, posiblemente, con razón. Pero ¿quién nos ha obligado a nosotros a ir a pedir al banco un préstamo que sabíamos, casi con seguridad, que necesitaríamos toda una vida, o más,  para poder pagar? Por qué no hemos adoptado el modo de vida europeo en el que el alquiler se impone a la compra de la vivienda. Nadie nos obligaba, siendo “mileurista”, a comprar unas viviendas económicamente sobredimensionadas. 
Bildu ha llegado a las instituciones. El sistema político y judicial tiene bastante que decir sobre ello. Pero, preguntémosle ahora a los vascos. ¿Quién ha puesto a los de Bildu en las instituciones? Ellos. Sí, en este tiempo presente, el de corto alcance visual, contestarán que ellos mismos. Pero cuando esa mezcla de nacionalismo atávico y socialismo del XVIII les lleve a la ruina, saldrán a las calles para echarles la culpa a los demás, al Gobierno, a España, a las instituciones, a sus vecinos, pero nunca a sí mismos.
Por todo lo anterior, reivindico en todo acto de pensamiento un poco de autocrítica. Comprendo y acepto que la gente esté indignada con el sistema político y con los políticos, pero también digo que, en muchos casos, debemos dirigir esa indignación hacia nosotros. Porque cada uno, como persona responsable de sus decisiones, y en honor a la verdad, debe dejar de lado la “racionalización” y aceptar que somos tan culpables de que hayamos llegado hasta donde hemos llegado, como las instituciones. Y lo peor de todo, es que aún no hemos llegado. Queda camino por recorrer  y me temo que está jalonado de obstáculos.
Por eso yo, desde aquí, entono el mea culpa. Está bien mirar hacia los demás, pero no debemos olvidarnos que al primero que uno debe mirar para la crítica es a sí mismo. Sólo el  reconocimiento de nuestros errores nos otorga la honestidad moral suficiente para poder exigir a los demás que ellos también los reconozcan y rectifiquen.
Decía Ortega: “yo soy yo y mis circunstancias y si no las salvo a ellas no me salvo yo”. Pues bien, nuestras circunstancias son España. Y muy pocos son los que han ejercido de adecuados socorristas. La circunstancia llamada España ha sido superior a nosotros. Los españoles no hemos estado a la altura de nuestro tiempo. No hemos sabido leer su realidad.
Las circunstancias han vencido y el tributo que debemos pagar el tiempo lo dirá…o lo está diciendo ya.
  

No hay comentarios:

Publicar un comentario