martes, 31 de mayo de 2011

Lugares comunes

Lugares comunes es una magnífica película de Adolfo Aristarain. También es una expresión que sirve para constatar que el eterno retorno nietzscheano es verdadero. Las situaciones se repiten, los gestos, las sensaciones y nuestras respuestas también.
Este fin de semana pasado me ha servido para comprobar lo anterior y para formularme una pregunta, a la que he de decir que no he conseguido darle respuesta. Flota en el ambiente en forma de evidencia: ¿dónde está la crisis económica?
El viernes estuve cenando con un amigo al que hacía tiempo que no veía. La cena agradable y la conversación mejor. El bar lleno y dos lugares comunes: el ruido y la expresión cambiante de los comensales conforme pasaba el tiempo y el alcohol aparecía. Después fuimos a una sala de bingo.
En ella aparecieron otros dos lugares comunes: nuestras supersticiones y la expresión de tristeza que tenían los jugadores.  Como el tiempo pasaba y el dinero desaparecía empezaron las decisiones irracionales: cambio de rotulador, cambio de mesa y…desear que cambiara la que nos daba los “cartones” para ver si así también lo hacía nuestra suerte. Somos personas racionales, pero el lugar común de lo irracional en el Bingo es inevitable. El otro lugar común que señalaba es la tristeza de los jugadores. Expresión gestual difícil de entender. No hay que olvidar que uno va a gastarse su dinero y a pasárselo bien. Pero, incluso ganando, esto no ocurre. El Bingo lleva tristeza implícita. Otros juegos también. No todos.
Por supuesto, la sala de bingo también estaba llena.
El sábado fui a comer con otro amigo que hacía mucho, mucho tiempo, que no veía. Comida agradable y conversación brillante, por lo menos la suya. Lugar común: una comensal cerca con incontinencia verbal. Por momentos, me costaba mantener con coherencia mi conversación. Su aguda e incansable voz conseguía entrar en el espacio privado de mi pensamiento.
Después fuimos a tomar una copa. Era sábado por la tarde. El lugar lleno, gente bien vestida, con ganas de hablar y…de algo más. Era uno de esos ambientes en los que la inteligencia no es lo importante. Cuerpos esculturales y miradas no del todo brillantes, incitan a que la conversación gire buscando un sólo tema: ninguno. La palabra no es lo importante. Aquí lo reseñable es a qué lugar te lleve la no palabra: el gesto, la mirada, tu capacidad de seducción. Lugar común: sitios en los que se mira y se habla, pero no se escucha.
El domingo, ya fue de descanso. A pesar de lo que puede parecer leyendo la entrada, no suelo salir. 
Cual eterno retorno, este fin de semana me ha servido para ver que todo cambia para que todo permanezca igual. Y para formularme la pregunta que señalaba en el segundo párrafo: ¿dónde está la crisis económica? Bar lleno, bingo lleno, pub lleno y…bolsillos vacíos. No me sale la ecuación. Indagaré.

jueves, 26 de mayo de 2011

Modernidad, postmodernidad, ...


Todos los días hago muchos kilómetros. A la derecha La Mancha verde agonizando. A la izquierda La Mancha verde agonizando. Dentro del vehículo, las “ondas” transmitiendo información. Y en el horizonte…mi destino laboral y algo menos tangible: mi pensamiento.
La biografía del mundo ha cumplido muchos años en el último año, la de España también. Los cambios son constantes e inabarcables. No hay análisis sociológico que puede seguir de cerca la realidad, es demasiado escurridiza e imprevisible.
La realidad se lee desde unos conceptos que la fijan y la delimitan. Las lenguas se adaptan a las situaciones, pero siempre con penosa rémora. Hace unas décadas el discurso clásico ya no servía para clasificarla y ordenarla. Entonces apareció lo que se denominó como postmodernidad. Una suerte de discurso filosófico en el que priman unos nuevos conceptos epistemológicos, una deconstrucción de lo ya existente para crear nuevas epistemes.
La aparición de Democracia Real Ya rompe la carrera lineal de la historia que preconizaba Hegel. Este movimiento es deconstrucción, intenta romper lo establecido, pero no para ir hacia adelante (los hechos históricos nunca van hacia delante, no tienen perspectiva histórica. Si acaso son pasado, repeticiones de algo ya ocurrido), de hecho creo que es una vuelta atrás, y esto no es necesariamente malo. Olvidémonos de la falsa idea de que la historia tiene un “telos”. Vuelve a los orígenes de la Revolución Francesa. Al espíritu de esta Revolución. No es el añorado liberté, egalité y fraternité…pero el movimiento sí es libre, igual y fraterno. Es la humanidad sintiente y solidaria la que quiere hacerse oír.
No sé dónde ni cuándo terminará el movimiento, si la deconstrucción de lo ya establecido se producirá. Tampoco sé en qué devendrá. Pero sí sé que ha cumplido una función importante: la de hacernos saber a todos que todavía existe conciencia cívica y política. La sociedad no está adocenada y adormilada. Y eso es una muy buena noticia.
Creo que ya nada será igual. La debacle socialista, el zigzagueo del Partido Popular, la aparición de nuevas fuerzas políticas en el escenario parlamentario, el movimiento de “Indignados”, y la situación crítica que atraviesa España nos van a hacer vivir en los próximos y cercanos años nuevas realidades. Ya no valdrá el discurso postmoderno…ni tampoco servirá una vuelta a la modernidad. Nuestro nuevo mundo, y nuestra nueva España, necesitarán unas nuevas categorías, unas nuevas epistemes y unas nuevas lentes vivenciales. Las nuevas realidades fluyen demasiado rápido… Y no sé si conseguiremos aguantar el ritmo enloquecido al que nos someten. No hay pausa ni tregua.

En cualquier caso… y circunscribiéndome a la realidad actual, a esa que aún puedo apresar, sea el movimiento Democracia Real Ya clasificable dentro de la modernidad o de la postmodernidad, de lo verdadero o de lo falso, de lo efímero o lo perdurable, me alegro de que se haya producido.
Un abrazo.



viernes, 20 de mayo de 2011

Hume y los indignados

Hay cosas que se deben hacer sin pensar y otras que si se piensan no se hacen. Siempre he defendido la simplicidad de la idea ante la ofuscación de las palabras. A veces lo carente de reflexión, lo que nos aparece como verdad intuitiva, es lo adecuado.
A raíz del movimiento conocido como “Democracia Real Ya” los artículos de opinión inundan la prensa, anegan los blog, saturan las ondas y llenan de palabras nuestro pensamiento.
He leído artículos muy buenos defendiendo este movimiento, y otros igual de buenos que hacen una crítica furibunda. Argumentos de lo más variopinto han llegado a mí con la intención de que me afilie a su bando. Si bien he de decir que no lo han conseguido. Y voy a explicar por qué: creo, como me dijo un buen amigo el otro día, que estar a favor o en contra de este movimiento no es una cuestión de razón, sino de emoción. Él me habló del emotivismo humeano. La teoría ética que afirma que el fundamento de la experiencia moral no lo encontramos en la razón sino en el sentimiento que las acciones despiertan en nosotros. Estoy de acuerdo. Es mi estado de ánimo el que me lleva a simpatizar con esta pequeña rebelión cívica. Mi razón está contaminada por la excesiva información.
El pueblo está cansado de la falsedad con la que se reviste nuestro Estado de Derecho. Siendo esencialista con él no lo concibo sin una clara separación de poderes, sin unas listas abiertas  (las cerradas atentan, por definición, contra cualquier democracia) y sin un sistema electoral que no aplique la ley D´hont. Son requisitos imprescindibles de cualquier democracia que se precie.
No creo en el futuro del movimiento. Los humanos todo lo emponzoñamos. Sí creo en su honesto y digno nacimiento. Nace del cansancio del pueblo, de su legítima necesidad de reivindicar lo que considera justo. Las urnas de nuestra democracia están trucadas. Tienen un doble fondo que no permite que lleguen todos los votos. Son mágicas. Entra un voto y sale un desencanto. La rebelión cívica nace de ese mago llamado político. Coge nuestro voto y lo hace desaparecer en una suerte de vacua palabrería. Y España está cansada…muy cansada.
Como he dicho antes, no creo en el futuro del movimiento. Ya hay demasiadas voces intentando apoderarse de él. Sí creo en lo que  ha ocurrido hasta ahora. Ha sido algo espontáneo y limpio. No ha salido de la razón, ni de la ideología. Sí de las emociones. Y las emociones siempre son puras y sinceras. Es la esencia del ser humano la que se muestra en ellas.
No  busquen argumentos a favor o en contra. Sientan y…nos vemos en la calle. Aunque sólo sea por un día…sientan.
Adenda: por favor, respeten la jornada de reflexión. La fuerza del pueblo está en el respeto… ¡No la perdamos!

martes, 17 de mayo de 2011

La realidad y Tchaikovsky

Esta semana la realidad me está cercando peligrosamente. Mi habitual ensimismamiento está siendo atacado con virulencia por la campaña política. La televisión, la radio, los vecinos, la prensa…todos se han confabulado para impedir que pueda seguir habitando en mi particular mundo inteligible.
Por avatares del destino, en una de esas huidas de la realidad, me he acercado a Tchaikovsky. Concretamente a su Concierto para piano nº 1.  Creo que esta obra, aparte de ser magnífica, sirve de adecuada metáfora para explicar estos últimos días.
En la obra, el piano lucha con una imponente fuerza y radicalidad por imponerse a la melodía, que cual música de fondo nos lleva a mágicas y nostálgicas ensoñaciones. El piano es la realidad: dura, repetitiva, radical; mientras la melodía es sueño, belleza, encanto.
La obra es bella y contradictoria. Como lo es el sueño y la realidad. Como lo es la obra y el autor. En el Concierto para piano es Tchaikovsky, con forma de piano, el que no deja que la obra, con forma de melodía, triunfe. No admite el compositor que su música sea superior a él. Aunque siempre lo es. La obra siempre vence al creador.
Nuestra realidad es igual. La melodía de nuestra vida siempre debe ser superior al estridente sonido de la realidad. Nuestro mundo interior  es muy poderoso. Sus armas son la belleza, la ilusión, el recuerdo y la creación; mientras que la realidad exterior solo tiene un arma: lo efímero. La batalla está ganada.
Es verdad que nuestro mundo se llena de realidades y a ellas nos debemos remitir para configurarlo; pero también lo es que hay ocasiones en las que no debemos dejar que la realidad nos penetre; que nos circunde sí, pero nada más. Esta es una de esas semanas en las que nuestro mundo interior es el importante. La mentira, el insulto y la falacia llaman a nuestra puerta con cierto encono. No las dejemos entrar. El salón de nuestro interior está casi lleno. Esta semana sólo puede admitir un nuevo huesped. 
Un exhorto: que ese visitante sea  el Concierto para piano nº1 en Si bemol menor. Merecerá la pena.

martes, 10 de mayo de 2011

La verdad desnuda

Dos cuestiones de indudable actualidad han horadado la ataraxia del ciudadano. Y con bastante virulencia, por cierto. La primera es la constatación de una realidad que se anunciaba cual viento sahariano, con fuerza y reiteración, por los partidos “conservadores”. La segunda es el asesinato de Osama Ben Laden, el embajador de la muerte en la Tierra.
Temas controvertidos en los que el pensamiento ha de andar con sumo cuidado. La pluma mucho más.
La llegada de Bildu a las elecciones ha sido recibida, como suele ocurrir con cualquier cuestión, con disparidad de opiniones. Unos piensan que es una ganancia democrática. Otros que es un atentado contra el Estado de Derecho.
El asesinato de Osama Ben Laden también ofrece más de un perfil de opinión, aunque básicamente dos: los que valoran su muerte por encima de otra consideración, y los que apelan a los Derechos humanos y señalan que lo deberían haber detenido para ser juzgado.
Sirva lo anterior de breve preámbulo para situar los temas sobre los que quiero dar mi opinión.
El filósofo de la ciencia Imre Lakatos señalaba que las teorías estaban defendidas por unas hipótesis auxiliares que les servían de cinturón protector. Esto es, antes de llegar al núcleo central de la teoría había que pasar por esas hipótesis. Si desmontábamos las hipótesis, eliminábamos la teoría. En círculos filosóficos esto es conocido como falsacionismo sofisticado. Pues en la realidad ocurre algo parecido. A la verdad la cubrimos con círculos concéntricos, como si se tratara de una cebolla, para intentar desvelarla, consiguiendo lo contrario. Todos los argumentos, ideas, constructos, pensamientos, razonamientos, frases ad  hoc que se utilizan para analizar una verdad son como los cinturones protectores de Lakatos, nos alejan del núcleo de esa verdad. 
¿Por qué les cuento lo de Lakatos? Porque a veces creo que todo, absolutamente todo, es mucho más sencillo de lo que parece y de lo que queremos hacer que parezca. La verdad no necesita círculos concéntricos, necesita desnudez.
Los dos asuntos que ocupan esta reflexión han sido cubiertos con innumerables cinturones de protección. Mi verdad es: ha muerto un cruel asesino y se ha permitido que un grupo de personas que defienden a asesinos, que están en connivencia con ellos, puedan dirigir el destino de un pueblo.
No me alegro de que muera nadie, pero no me desagrada la desaparición del mayor arcángel de la destrucción de las últimas décadas. Lo de Bildu me ha parecido execrable: los “malos” vuelven a tener dinero y poder. El Estado se lo ha concedido. Sí, he dicho Estado. Montesquieu no ha llegado a España. Mientras los miembros del Consejo General del Poder Judicial y los del Tribunal Constitucional sean nombrados por los políticos, el Estado de Derecho es una mentira. Una más.
Reflexión final de un ciudadano: Bien lo de Ben Laden, mal lo de Bildu.
Reflexión final de una víctima (ya sea del terrorismo islámico o del terrorismo de ETA): Por fin se ha hecho justicia con el maldito Ben Laden; es humillante, denigrante e indigno que los asesinos de mi… estén en las instituciones públicas.
En fin…  

viernes, 6 de mayo de 2011

El retrato de Dorian Gray

Hay frases que se asientan en la realidad con la comodidad y seguridad que les otorga su supuesta verdad. Nosotros, en un ejercicio acomodaticio de falta de escepticismo, las adoptamos. Y las llamamos a filas siempre que alguna duda existencial nos inquiere. Ellas, siempre prestas, acuden a nuestra llamada para asegurar, o todo lo contrario, nuestras ideas. Son “verdades” que se instalan en el inconsciente colectivo en forma de refranes, aforismos, epigramas o sentencias.
Son “verdades” del estilo de: “segundas partes nunca fueron buenas”.  Su verdad radica en que son lugares comunes de los que no nos podemos fiar. Esto es, la única verdad que pueden defender es que carecen de ella.
Hace unos meses fui a ver una película que, sin embargo, sí que demostraba la verdad del aforismo anterior: “segundas partes nunca fueron buenas”. La película en cuestión es El retrato de Dorian Gray.
Oscar Wilde es el esnobismo hecho palabra. Sus discursos no buscan la verdad, buscan la belleza con la que deslumbrar y la sutileza con la que enamorar. Su delicada pluma es una extensión de su posicionamiento en el mundo. La palabra, cualquiera, que utiliza en un libro es una estudiada y fingida pose. Wilde dibuja en el papel, en forma de letras, toda la belleza de la que es capaz. Y es mucha. Pero no es la belleza rudimentaria, basta, bruta. No. Es la delicada, la esnob, la creada artificialmente, la sutil, la que se compone de pequeños e  insondables detalles. Oscar Wilde es el refinamiento en la palabra y la delicadeza en la mirada. Y todo el que se acerque a él debe haber bebido en sus mismas fuentes, las del esteta,  si no lo desvirtuará y lo falseará.
La primera película que se hizo sobre el genial libro (dirigida por Albert Lewin) está imbuida del espíritu wildeano. Como si el propio irlandés la hubiera dirigido. La segunda, la dirigida por el director Oliver Parker, es la antítesis del libro, y del propio Wilde. Es vulgar, evidente y de una claridad visual insultante  y previsible. Wilde nunca muestra, siempre sugiere. Un esnob huye de la mostración a la vez que adora la sugerencia. Las personas de buen gusto también.
Acabaré con un epigrama  en el que homenajeo al rey del aforismo: “Si uno está enamorado debe casarse, si después de casarse sigue enamorado, debe divorciarse”.
Es probable que el aforismo anterior sea uno de esos falsos que se terminan asentando con delectación en la sociedad. O puede que no. Puede que sea una de las pocas verdades que he escrito en este blog. O puede que no. Ustedes juzgarán.
Yo, por si acaso, nunca me tomo muy en serio.