miércoles, 29 de diciembre de 2010

HERÁCLITO VERSUS PARMÉNIDES

Para Heráclito todo fluye. La vida está en continuo devenir. Para Parménides todo es quietud. Nada cambia, todo permanece. Para mí, la vida es un mentiroso devenir que fluye para que nada cambie. Es una continua carrera, un continuo fluir de anhelos, intereses, sueños, mentiras y verdades, hacia la nada. Y he ahí donde reside la paradoja: corremos para llegar a no movernos. Ahora sí, he de decir que es una bonita, aunque no cadenciosa carrera. Innumerables obstáculos la jalonan.
Un nuevo año anuncia su esperanzadora llegada. Las promesas, las dichas que augura el falso futuro, las mentiras con las que nos envenena el terco presente, harán que sigamos con nuestro temporal movimiento. Quizá este año sea armonioso, incluso por momentos bonito. Pero la siniestra sombra de la quietud parmenídea siempre estará ahí para que no olvidemos que simplemente estamos bailando una danza finita. Y que llegará el momento, esperemos que tarde, en el que nuestro cuerpo necesite un descanso, y debamos dejar la pista de baile a otros heracliteanos. Nosotros ya nos habremos hecho del equipo de Parménides.
Es la dual vida: amor-odio, alegría-tristeza, amigo-enemigo, bien-mal, movimiento-quietud, vida-muerte, verdad-mentira. La vida es un binomio que hay que resolver. Y yo, como estamos en Navidad y se acerca presto y rápido, como siempre lo hace, un nuevo año, les voy a dar la solución: olvídense de Parménides. Y vivan el verdadero fluir heracliteano, aunque sea mentira.
Feliz año nuevo. 

domingo, 26 de diciembre de 2010

BUENAS PERSONAS

Es el momento del cierre. El año con todas sus promesas incumplidas se acaba. Cosas que me hayan llamado la atención: muchas. Aunque hay dos que destacan y pujan por aflorar al negro sobre blanco: la muerte y la bondad. Sobre la muerte correremos un tupido velo. No es el momento. Siempre augura, con su inflexible presencia, malos presagios. De la bondad sí que me voy a ocupar. Más que de la bondad, de eso que se suele denominar coloquialmente como “buenas personas”.
El concepto tiene varios perfiles desde el que asirlo. Yo lo voy a hacer desde su lado superlativo. Y para ello voy a tomar como ejemplo a ésas que con sus actuaciones, sus hechos y sus palabras se erigen en salvadoras de una sociedad que se derrumba a pasos agigantados. Son esas personas que son capaces de hacer mil kilómetros para salvar a una especie protegida, que se encadenan a un árbol, a diez grados bajo cero, para protestar por una condena injusta. Que casi dan la vida por erigirse en portavoces de un pueblo colonizado, que montan espectáculos dantescos para que no se maltrate a los animales, que son capaces de estar unos días en la cárcel en aras de su lucha contra la globalización-capitalización, que en los colegios son formidables defensores  de los que padecen algún tipo de minusvalía, de los que … en fin… siempre a favor de las causas desfavorecidas. Y yo lo veo muy bien. Lo aplaudo. Pero he de matizar. Me sorprende la virulencia con la que defienden esas causas. Incluso me aturde. No consigo unir en la misma idea lo de buena persona con virulencia y agresividad. Lo siento. También me sorprende la ligereza con la que supuestas causas más importantes pasan cerca de ellos sin ni siquiera tocarlos tangencialmente.  Aprecio algo de cinismo en los que defienden lo marginal, quizá imbuidos, aunque no de manera consciente, por la idea de que esto otorga una categoría moral superior.  Repito, no digo que las causas arriba referenciadas no sean loables. Sin duda, en su mayoría, lo son. Pero el fervor con el que son defendidas las convierte en sospechosas. Llegando incluso a revertir lo normal de lo real. Capaces de luchar por una vida animal y no importarnos la humana.  Bien la bondad. Siempre. Ahora, la superlativa y en causas marginales… qué quieren que les diga, me resulta sospechosa.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

CAPRICHOSO DESTINO

Podría escribir sobre el azar y sus consecuencias. Explorar cómo el suceso más nimio puede desencadenar el acontecimiento más importante de nuestra vida. Podría hacerlo, pero no lo voy a hacer. Mi pluma, que en ocasiones, muy contadas, es sabia, prefiere retirarse y dejar paso a otra que con más sutileza y precisión nos va a ilustrar sobre los inextricables giros del destino. Cedo gustoso mi lugar a J.Marias:
<<Los pasos que uno da una noche al azar y sin consecuencia acaban llevando a una situación irremediable al cabo del tiempo o del futuro abstracto, y ante esa situación llegada nos preguntamos a veces con ilusión incrédula: “¿Y si no hubiera entrado en ese bar? ¿Y si no hubiera acudido a esa fiesta? ¿Y si no hubiera respondido al teléfono un martes? ¿Y si no hubiera aceptado el trabajo aquel lunes?”…Cada paso dado y cada palabra dicha por cualquier persona en cualquier circunstancia… tiene repercusiones inimaginables que afectan a quien no nos conoce ni lo pretende, a quien no ha nacido o ignora que podrá padecernos, y se convierten literalmente en asunto de vida o muerte, tantas vidas y muertes tienen su enigmático origen en lo que nadie advierte ni nadie recuerda…>>

                                                                          JAVIER MARÍAS, Corazón tan blanco

sábado, 18 de diciembre de 2010

¿ARTE?

Cada época tiene unos parámetros desde los que exige a la realidad que se adecue a sus exigencias. O viceversa.
En el siglo pasado, sobre todo a partir de los años 50, cada década tenía sus propios códigos de lectura y hermenéutica. Los sujetos sabían lo que pedían, lo que querían y cuáles eran sus metas.
Los claros paradigmas que marcaban cada época han ido perdiendo claridad con la misma celeridad que el siglo cumplía años. Hasta llegar a la disolución que la postmodernidad nos ha legado. Ya nada está claro. Todo aparece encubierto por la amplia capa del relativismo. Tan buena es una cosa como su contraria.
El lenguaje ha ampliado su base conceptual para permitir que bajo su paraguas se cobijen los más disparatados constructos lingüísticos. La ambigüedad de éste, tan bien explotada por la época actual, experta en disolver verdades con las que el hombre había caminado durante muchos años, nos muestra un mundo de no-certezas. El arte y sus teóricos lo han sabido explotar amparándose en las inexactitudes del lenguaje. Lo que afirmaba Platón en La Carta VII de la imposibilidad del lenguaje de apresar la realidad. Los artistas y sus pseudos han sabido extraer todas las posibilidades que lo anterior les ofrecía, y han anquilosado su discurso, aunque intenten mostrar lo contrario, bajo el lema de “todo es arte”. La frase, epistemológicamente, ha devenido en verdad absoluta. Es irrebatible. Ya digo, aunque los teóricos se empeñen en decir que el debate está más abierto que nunca. Me recuerda a la figura del boomerang. La idea se lanza al ágora, se debate, se juega con ella, pero al final siempre vuelve al lugar de partida. Sin recibir el más mínimo rasguño.  
Bajo el auspicio de su irrebatible discurso asistimos a auténticos disparates. Un punto, una firma, una raya impresa en un tapiz, se convierten en la piedra filosofal que buscaban los alquimistas: el fino trazo se ha convertido en oro.
La relatividad de nuestros tiempos, amparada en la imposibilidad del lenguaje para fijar con precisión la realidad, nos lleva a las más disparatadas acciones u omisiones.  Y ante la banal, por usada, e irresuelta pregunta, ¿qué es arte?, sólo les puedo decir que no tengo respuesta. Pero no todo vale, aunque el lenguaje no me permita demostrarlo.  

miércoles, 15 de diciembre de 2010

EL PEQUEÑO SALVAJE

El pequeño salvaje hace referencia a casi cualquier alumno de la  ESO. Pero también a una extraordinaria película de Francois Truffaut.
La historia está basada en hechos reales. Un niño-lobo que se encontró, allá por 1798, en la región francesa de Aveirón.
Actualmente hay en cartelera una película, Entre lobos creo que se llama, que con alguna similitud y con bastantes disimilitudes trata el mismo tema. El abandono de un niño, en este caso chico, en el monte y su posterior crianza entre animales.
Pero volvamos a la película. Quiero resaltar dos aspectos importantes de la misma: la parquedad visual y el excelente uso del lenguaje.
La película es poesía en movimiento. Imágenes que huyen del expresionismo, nada en la escena es añadido. Lenguaje preciso, riguroso y delicado. Y una música, compuesta por Vivaldi, que acompaña cada escena y cada palabra, creando el envoltorio adecuado para ellas.
Tuffaut nos enseña que el cine es historia, es lenguaje, es música, es silencio y es emoción. Y para todo lo anterior no se necesita dinero. Sí talento.
Cuando oigo a los cineastas quejarse de la falta de subvenciones. O de que en el cine español sobra talento y falta dinero, o…sólo se me ocurre una cosa. Por favor vean El pequeño salvaje. Creo que ya no tengo nada más que decir.

domingo, 12 de diciembre de 2010

¿COMPRAR O ALQUILAR?

La forma de posicionarse de una sociedad viene mediatizada por importantes líneas de poder que confluyen y forman eso que llamamos nuestro tiempo.
Los españoles actuales han sido moldeados, principalmente, por dos ejes que han dibujado con inusitada fuerza el siglo XX: el cristianismo y la guerra civil. Es más, no se entiende la segunda sin el primero. Ya saben ustedes que lo que se jugó entonces fue un modelo de vida y, por lo tanto, de ciudadano.
De todo aquello devino un español previsor, ahorrador y con aversión al riesgo. En la última década, gracias a la burbuja inmobiliaria, esos valores han sido sepultados por un pecado capital: la avaricia.
La avaricia, como otros pecados, arrasa y destroza al que la disfruta. No suele ser buen compañero de viaje. Aunque la avaricia en épocas de penuria económica es devorada por el miedo. Y la época actual lo es.
La reflexión con la he comenzado este artículo tiene relación con la cuestión que intento desarrollar. La mentalidad derivada de las penurias en las que la guerra civil sumió a España, junto con los valores de ahorro y modestia, que transmite en su mensaje el cristianismo, aunque no de manera clara, se aprecia mucho más, por ejemplo, en el protestantismo, han derivado en un ciudadano que es de mentalidad conservadora, prefiere asegurar la vivienda, aunque para ello necesite toda una vida, que vivir con la incertidumbre de no saber  dónde lo hará en los próximos años, esto es, de alquiler.
La inversión económica de la compra de una casa, posiblemente, no compense. Cuando se termina de pagar el capital y los intereses (estos no están incluidos en el alquiler), uno ya está más cerca del otro mundo que de éste. Pero tampoco voy a valorar cuál de las dos es más rentable económicamente: el alquiler o la compra. Sí lo voy a hacer con respecto a otra cuestión, en principio baladí, pero al final decisiva.
Dice un proverbio chino que cuando compres una casa, debes tener cuidado con los vecinos que incluyes en la compra. No puedo estar más de acuerdo.
Ahora estoy viviendo en un piso de alquiler. En la primera planta. En el que hay justo encima, el segundo, vive una madre con dos niños, que bien podrían haber interpretado la segunda y tercera parte del exorcista. Y no me refiere al papel del cura.
Estos niños, no sé si con el beneplácito de la madre, se pasan la tarde corriendo y gritando- Perdonen un momento, Un inciso. << ¡Nene, estate quieto ya!>>- Como iba diciendo, he de aguantar muchas tardes su falta de respeto y educación. No me molesta del todo porque sé que mi paso por el edificio es circunstancial y temporal, en unos meses ya no estaré. Pero, ¿qué hubiera pasado si el piso fuera de mi propiedad y tuviera que aguantar este castigo varios años? No es justo. No hay derecho que todos los ahorros de una vida se deban invertir en comprobar cómo unos niños poseídos bailan algún tipo de danza macabra sobre tu cabeza. Por eso el proverbio chino es tan importante. O haces caso a los chinos o alquilas. Como diría Shakespeare: that is the question.


miércoles, 8 de diciembre de 2010

LO-LI-TA

Noche típica de diciembre en Castilla la Nueva. La lluvia con su suave crepitar acompaña el inconstante golpeo de las teclas del ordenador. Fuera el sonido es rítmico e irregular. Dentro es acelerado.
Un amigo me ha preguntado si le podía sugerir el título de un libro. Y la verdad es que enseguida, por asociación de ideas, me he ido al maestro. A Gabriel García Márquez.
¿Puede haber algún título más bonito que Cien años de soledad, o que Crónica de una muerte anunciada? ¡Qué bien titula Márquez! También La insoportable levedad del ser de Kundera merece estar en el pódium. Pero ahora no les voy a hablar de títulos, sí de comienzos. También aquí es grande D. Gabriel.  
Es muy difícil encontrar uno mejor que el de Cien años de soledad. Creo que el de Scaramouche, no le queda muy lejano. Pero me parece que he hallado uno que lo supera. Lolita de Nabokov. Léanlo y ya me dicen. A mí me parece extraordinario.
LOLITA
“Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Mi pecado, mi alma. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta.
Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuan­do firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita”.

jueves, 2 de diciembre de 2010

GOOGLE

<<Oye, esto es importante: no tenemos una dirección de correo electrónico para recuperar la contraseña ni un número de teléfono asociados a tu cuenta. Si pierdes el acceso, es posible que no podamos ayudarte>>. Así se dirige Google al modesto amanuense de este blog.
Mientras lo hagan con esa falta de respeto, mi respuesta siempre va a ser la misma: el mutismo más absoluto.
¿Pero quiénes se creen que son esos de Google para, sin haber sido presentados, tutearme? Si tan buen buscador es, que pruebe con la palabra educación, a ver qué encuentra.|