jueves, 2 de agosto de 2012

UN BUEN HOMBRE. 2009 ( JUAN MARTÍNEZ MORENO).

            «Está el bien y está el mal. Nada más. Vosotros decidiréis.
            Vuestra solidez moral deberá ser intachable. Si no vivís en armonía con ella, no podréis aplicar dicha justicia».
            Estas son las palabras que Vicente (Tristán Ulloa) dirige a un auditorio repleto de estudiantes de Derecho. Y estas son las palabras que la película desmonta fotograma a fotograma.  Dijo Wittgenstein en el Tractatus que sobre lo que no se puede hablar, lo mejor es callar. Y eso es lo que nos muestra el director, Juan Martínez Moreno. Sobre la vida no se puede teorizar, se vive y se teoriza en nuestros actos, no con nuestras palabras.
            Un buen hombre es la historia de cualquiera de nosotros. La historia de una buena persona en la superficie, como lo puede ser cualquiera, pero que si ahondamos en ella, le quitamos la primera pátina de su personalidad, encontramos que nadie es bueno o malo en sí.
            El personaje de Vicente está magistralmente esculpido por la mano de Moreno. Un cincelado que nos muestra las innumerables dobleces del ser humano, sus no siempre perfiladas y claras aristas. Vicente es bueno, es malo, es cobarde, es valiente, es arribista, es falso, es ambicioso, es educado, es… ¿Un hombre bueno o un hombre malo? Las dos cosas y mucho más.
            La crítica no ha sido muy benévola con la película. Se le ha achacado, principalmente, que la historia no termina de despegar y que su ritmo es excesivamente pausado, que languidece casi sin darse cuenta.  Y puedo estar de acuerdo con lo del ritmo, pero no en la afirmación de que  languidece. La trama lleva el ritmo que las circunstancias vitales imprimen a cada personaje.       No es una historia de hechos, que también, es, sobre todo, una historia del alma humana. Y el alma, como todos sabemos, tiene sus propios ritmos.
            Sobre la trama apenas me voy a pronunciar, solo les voy a decir que es una película introspectiva, sutil y de matices. Y que el guión y los diálogos, que escribió el propio director, son precisos, atinados y reflejan con justeza lo que cada momento exige.
            Juan Martínez Moreno en una entrevista dijo que Vicente era un cínico. Adjetivo que lo define bien; pero yo iría más allá: Vicente es un cínico, sí, pero también un buen hombre.
            Vicente es un buen hombre vencido por las circunstancias. Unas circunstancias que son superiores a él, que aniquilan su «esencia». Una situación vital que quizá a otro no hubiera vencido, pero a él sí. ¿Es Vicente mejor o peor que cualquiera de nosotros (con todos mis respetos para el lector)? No lo sé. Cuando uno ve la película, tiene la sensación de que es fácil ser Vicente, que son las circunstancias, irremediablemente, las que le hacen llegar a ser  mal hombre. Es verdad que puede plantar cara a esas circunstancias, pero también lo es que son como un pequeño afluente que termina deviniendo océano, anegando casi todas sus posibles respuestas morales.
            Les recomiendo que vean la película. Es una buena historia, con un buen director y unos buenos actores. Y además, perdonen mi lado chauvinista, española. 
            Dedicada por un buen hombre a todos los buenos hombres que hayan leído esta reseña.
                                      

jueves, 26 de julio de 2012

Efeméride de Stanley Kubrick

Stanley Kubrick nació el 26 de julio de 1928 en Nueva York. Por lo tanto, hoy tendría 84 años.
Recordamos algunas de sus grandes obras:
Atraco perfecto, Senderos de gloria, La naranja mecánica, El resplandor, Eyes Wide Shut, La chaqueta metálica, Lolita, Teléfono rojo, ¿volamos hacia Moscú?, Espartaco, 2001 Una odisea del espacio...
En la entrada anterior recoméndamos el libro "Kubrick y la Filosofía". 
Pongo el enlace donde se puede adquirir:

Estas son las opiniones que actualmente hay sobre el libro:
5.0 de un máximo de 5 estrellas NO SÓLO CINE Y FILOSOFÍA 21 de junio de 2012
Por Juan Antonio Rivera (Autor de "Lo que Sócrates driría a a Woody Allen" y "Carta abierta de Woody Allen a Platón").
Sé por experiencia que no es fácil maridar cine y filosofía (yo lo intenté en dos libros que escribí hace unos años), pero José Manuel Campillo no sólo lo intenta sino que lo consigue en su último libro dedicado a rastrear las incitaciones a la reflexión filosófica desperdigadas en las películas de Kubrick.
Y no únicamente la filosofía está presente en estas páginas, sino, lo que es más digno de encomio aún, hay contenidas en ellas reflexiones sobre la teoría del caos e incursiones en la economía y la neurociencia. No es tan frecuente dar con un filósofo con intereses tan amplios y tan poco gremialistas. Sumen a todo esto un estilo cuidado y terso, exento de oscuras ampulosidades, y tendrán cuanto hace falta para un buen rato de lectura instructiva y enormemente entretenida. No se lo pierdan.
5.0 de un máximo de 5 estrellas Muy recomendable 15 de julio de 2012
Por Rafael Robles (Autor de Leer el Quijote en Teherán)
Excelente libro. Como docente y amante del cine y la filosofía ha sido una lectura muy agradable. La recomiendo sin dudas.

martes, 15 de mayo de 2012

Kubrick y la Filosofía (ebook, amazon)

Kubrick y la Filosofía es un ensayo divulgativo que mezcla con acierto el entretenimiento con el conocimiento.
Las películas de Kubrick se nos presentan desde una atalaya no habitual.El autor bucea en cada obra buscando sus posibles connotaciones epistemológicas, sin por ellos soslayar lo realmente importante: la película.
Kubrick es un director al que hay que acercarse. Se debe tener una relación cercana con él (con sus obras), aunque después no nos interese su amistad. Es la persona interesante que es conveniente que jalone nuestra vida con su presencia, pero no es necesario que permanezca en ella.
El ensayo nos permite acercarnos a la obra de este "singular" director desde varias lineas de actuación que terminan confluyendo. Palabras como trama, desenlace, anécdota, historia, Filosofía, Psicología, cine, se mezclan para crear un libro ameno e interesante.

jueves, 9 de febrero de 2012

Realidad fugit

Decía el poeta que volverán las oscuras golondrinas, y afirma este amanuense que vuelve su clara pluma, que no luminosa.
Tiempo desaparecido en pos de no se sabe muy bien qué. Subido a la veloz e inextricable barca del tiempo, esa que mece nuestra alma en busca del pacto fáustico, camino por los efímeros días sin poder apresar su esencia, si es que la tienen.
En estos meses la realidad vadea el río de la irrealidad. Su excesiva prisa por recorrer sus espacios naturales la hace ir contra natura. Es una realidad kafkiana. Lo incomprensible es su hábitat y la desmesura su fiel e insobornable acompañante.
El mundo siempre ha caminado  con el paso de un poeta cansado: tranquilo, sereno y un poco hastiado. Triste, pero firme, sin zigzaguear. Ahora es diferente. La prisa ya es un concepto lento. La desmesura y la hibris circundan al ciudadano, y a este solo le queda la triste resignación del que observa sin comprender. No tiene las categorías puras, que diría el gran Kant, adecuadas para ello.
El que escribe, incapaz de leer los nuevos tiempos, retira su ineficaz pluma por hoy. Quizá solo sea un día de esos que no entiende nada. No lo sé. Es posible que no. O es posible que sí. Volverán las oscuras golondrinas y  vuelvo yo.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

La amistad tiende hacia la amistad

En la Naturaleza todo tiende hacia un fin. Esta es una afirmación, pronunciada por Aristóteles, con ciertas ínfulas metafísicas y, curiosamente, realidad empírica.
Con el paso del incansable tiempo he podido constatar que el estagirita se codeaba con la verdad y mantenía una buena relación con esta. No siempre en armonía, pero sí en agradable cercanía.
La hiedra se agarra a la piedra. Los enamorados solapan sus corazones para convertirse en uno. La sed busca el agua. El frío añora el calor. La amistad busca al amigo…
Hay personas con las que conversas una vez y ya, desde ese mágico momento, sabes que podrán ser tus amigos. Que las palabras fluirán entre vosotros como lo hace el agua en el manso río. Sus miradas acompasan las tuyas, sus silencios respetan tus palabras, su gesto cordial anima a que tu locuacidad reprimida salga a pasear. Son amigos. Tu naturaleza tiende hacia ellos con irreprimible y agradable violencia.
También está el otro tipo de personas. Las que entran en tu universo pero nunca se instalan en él. Consigues hablar de <<temas varios>>, pero nunca sales de la estrecha casa en la que se aleja el <<tema vario>>>. Si has hablado con ella tres veces sobre el tiempo, el colegio y el fútbol y la relación ha sido, mas o menos, fluida, volverás a esos mismos asuntos con la misma celeridad con la que se busca el paraguas en días de copiosa lluvia. Esos <<temas varios>>, que en cada persona son diferentes, nos permiten solventar la situación. Son relaciones <<contra natura>>. El otro no tiende hacia ti, como tú tampoco lo haces hacia él. Hay una espesa barrera en el aire infranqueable para ambos. Es intangible, invisible, pero ahí está. Los lugares comunes os sirven para instalaros en un terreno neutral en el que estar cómodos…pero nunca plenos. La plenitud se alcanza cuando dos corazones criados en la misma sensibilidad se encuentran. Ahí surge el milagro…ese milagro que llamamos amistad.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Presunción de inocencia

Mi despertar hoy no ha comenzado en los albores del día, en esas presurosas y aceleradas horas mis palabras se fajaban con ardor por impregnar el árido terreno en el que se yerguen las aulas, lo ha hecho cuando he leído <<Nadie puede saber lo que un hombre desesperado está dispuesto a arriesgar>>.
La frase de Soren Kierkegaard no me ha descubierto ninguna verdad, pero sí que me ha mostrado una evidencia que a veces se diluye con rotundidad y finura. Sí, ambas.
Hay otra frase que reúne los dos adjetivos anteriores y está asentada en el consciente colectivo como una verdad, pero me temo no lo es. La frase es: <<Todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario>>.
Es rotunda, lleva implícita la afirmación de un Universal y es <<fina>>, hay paradoja y juego en ella (demostrar lo contrario). Sin embargo, asisto con desagrado a que su verdad se difumina cuando buceamos en las entrañas de nuestro pensamiento. Sí, creo que no hay presunción de inocencia, sí de culpabilidad a la hora de acercarse al otro. A ese que Sartre llamaba <<el enemigo>>.  
El caso de Madeleine y el de los dos niños de Córdoba recientemente desaparecidos me inspira la anterior afirmación. ¿Por qué el consciente colectivo acusa a los padres, casi sin dejar que la duda haga acto de honrosa presencia? ¿Cómo puede ser que nuestra mente deje que aparezca y se instale en nosotros una idea tan terrible? ¿Es normal que sin pruebas concluyentes se afirme que unos padres, que ni siquiera conocemos, hayan ...?
Frágil es nuestra confianza en los demás. ¿Es falta de empatía? O más terrible aún: ¿es empatía?  ¿Aceptamos en los juicios que hacemos sobre los demás que en el ser humano predomina el no deseado  Mr. Hyde? ¿Es posible que aceptemos la presunción de maldad antes que la de bondad? Preguntas de las que no quiero una respuesta, solo quiero una cosa: presunción de inocencia.
No nos lancemos con el vocabulario de la iniquidad a por los demás. Juzguemos con ecuanimidad y mesura. La suposición y el rumor son malas compañías, nos llevan a hundirnos en el lodazal de la maldad. Y en los lodazales existenciales el que perece siempre es uno mismo.