viernes, 22 de abril de 2011

El diablo sobre ruedas

Hay días que se anuncian como si de una bella ensoñación se tratara. Otros, los más, ya desde el umbral de su llegada muestran que el realismo será el que guíe nuestra bitácora existencial.
Mis últimas veinticuatro horas han tenido ensoñación y realismo. El esplendoroso, inusual y cálido sol que ha saludado mis primeros pasos me ha imbuido de un optimismo y una ilusión invencible. He llegado a pensar que ninguna realidad podía vencer a mi creado y sólido ánimo. Como siempre, el tiempo ha ido cercenando mis ilusiones y mis esperanzas.
Heme aquí que he tenido que  aventurarme en la conducción. Sí, la lejanía  a mi usual destino me ha llevado a introducirme en el vehículo, ponerlo en marcha y, por supuesto, desear que nada ocurra. Vanos deseos, he entrado en el mundo de la maldad. El diablo sobre ruedas acecha.
Nada más salir de la plaza de garaje accedo a una rotonda muy transitada. Reconozco que la circundo con un poco de temeridad. Aunque sé, o creo saber, que no hay peligro, el coche más cercano está a unos veinticinco metros.  Cuando estoy saliendo de la rotonda, un ruido estruendoso e inesperado llama mi atención. Es el conductor del coche cercano mostrando la sonoridad del claxon de su vehículo. A través del espejo veo que gesticula en exceso, casi de manera histriónica diría yo, mientras mueve los labios con una velocidad inusual. Al llevar las ventanillas cerradas no consigo descifrar su mensaje, aunque me temo que no me está deseando buenos días. Seguramente es familiar mío. Creo que hace referencia a alguien de mi familia, pero no estoy seguro. En fin…levanto la mano y le digo adiós. Qué quieren que les haga, soy muy cumplido.
Sigo por la ciudad y otra nueva rotonda sale a mi encuentro. La abordo con cierta inquietud y temor. No sé qué me voy a encontrar. Puedo incorporarme a ella, el coche más próximo aparece en mi campo visual a unos cuarenta metros, no obstante decido esperar. Por si acaso. Esperando estoy cuando el coche que está detrás de mí toca el claxon. Vuelvo a mirar por el espejo y veo que el conductor, aunque no es el de antes, también gesticula de manera muy llamativa y mueve los labios. Intento comprobar si es tan cumplido como el anterior y también se acuerda de mi familia. Pero no. Este es de discurso diferente, apela a mi supuesta oligofrenia. Idiota, me llama. Yo, al principio un poco sorprendido, comprendo lo ocurrido en las dos rotondas. No he conducido según los cánones impuestos por los conductores anteriores, y han decidido insultarme. El primero se acordaba de mi familia, el segundo, ya con más confianza, directamente de mí. Por supuesto, siempre en sentido peyorativo. Y yo me pregunto, ¿qué hay en los coches, en la conducción, que hace que un ser humano “normal” se convierta en un “diablo sobre ruedas? Y yo me contesto: la frustración.
La frustración que acumulamos a lo largo del día o la semana ha de tener “salida” de alguna manera. ¿Y qué mejor lugar que en el coche? Ahí podemos hablar, gesticular, insultar, odiar…y escapar.  
En el coche es donde el Dr. Jekyll pasa a ser Mr. Hyde. Seres tranquilos devienen, con una velocidad pasmosa, en conductores agresivos y maleducados. La conducción puede servir de ejemplo sociológico para comprobar la supuesta “salud” de nuestra población. Estamos nerviosos, agresivos y tensos. La autovía de la cultura no está bien asfaltada: pequeños socavones, el “firme” en mal estado y una señalización errónea dificultan nuestra conducción. O modifican la autovía de la cultura, o cambia nuestra forma de circular por ella. Nuestra salud emocional está en juego.
La conducción agresiva es una metáfora de la época en la que vivimos. Y quizá nuestra forma de conducir también sea una metáfora de quiénes somos nosotros. Ya decía Freud en El malestar en la cultura que la sociedad estaba enferma, la represión de los instintos nos había hecho enfermar. Yo no sé si la causa que diagnósticaba el Dr. Freud como malestar de nuestra cultura es la acertada, lo que sí sé es que la sociedad no está del todo sana. Freud recetaba menos represión instintiva; yo, más modestamente, receto ... Bueno, que cada uno escriba lo que quiera.




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