viernes, 8 de abril de 2011

Para toda la vida...y un poco más

La vida tiene sus momentos, sus años, sus semanas; incluso, y sobre todo, sus segundos.
Los segundos son las fracciones de tiempo más decisivas: en ellos nos jugamos algo tan importante, absurdo, efímero y sublime como es la vida. Pero yo hoy no les voy a hablar de segundos, ni de minutos, ni de otra fracción de tiempo. Sí de libros que llegan a nuestra vida en un tiempo determinado. Un tiempo que requiere un libro, y no otro. También de amigos.
Los libros, al igual que los amigos, tienen su época, su ritmo y su particular diálogo. Hay amigos para la infancia, para la juventud, para la edad adulta, para la vejez, y hay amigos para siempre. Con los libros pasa igual, todos tienen su época, excepto aquellos que son atemporales. Valen para una época y valen para toda una vida.
Mi yo, ambicioso como es, tiene de todo. Ha tenido amigos en todas las épocas y tiene amigos para toda la vida. Con los libros le pasa igual. Los ha conocido fascinantes, encantadores, brillantes y, también, memorables. Como esos amigos que son para la eternidad.
Los libros memorables que nos acompañan no son muchos; los amigos tampoco. Es ley de vida y es ley de literatura.
Ahora bien, la belleza de esos libros y la lealtad de esos amigos son dos de los mejores tributos que la vida hace al ser humano. En los últimos días, esos que nos acercan al final, es posible que sólo nos quede el recuerdo. Y sé que en ese recuerdo aparecerán algunos de esos libros. Y, por supuesto, lo más importante, sé, quizá haya sido lo más destacable de mi existencia, que también aparecerán esos amigos.
Pasan los días y pasa la vida, no pasa el recuerdo: discurren años, pero quedan libros y amigos.  Los libros los llevo en la memoria, los amigos, en un lugar menos prosaico: mi corazón.

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