viernes, 15 de abril de 2011

La impaciencia del corazón

Los seres humanos tienen debilidades. Yo soy humano, luego tengo debilidades. Este silogismo aristotélico sirva de preámbulo para mi siguiente reflexión.
El concepto “debilidad” tiene una acepción que camina de la mano de lo falto de vigor o fuerza,  y otra que pasea con la grata compañía del afecto. Yo, en esta ocasión, voy a ir a deambular con la debilidad entendida como hija de lo agradable o digno de afecto, o incluso amor, o incluso más allá.
La debilidad que hoy voy a abordar tiene un padre vienés, al que admiro. El hijo al que me voy a referir se llama La impaciencia del corazón y, como bien habrán adivinado los lectores, su padre es el prolífico y brillante Stefan Zweig.
La impaciencia del corazón es literatura, es filosofía, y es vida: es real. Nos acercamos a él y degustamos su prosa;  nos sumergimos en sus profundas connotaciones morales y saboreamos su lección de vida; y cuando hemos terminado su lectura, el libro empieza a formar parte de nosotros, asumiendo una vida que en un principio no poseía. Hofmiller, el protagonista de la novela. toma vida en nuestro corazón. Ya somos un poco él.
Es uno de esos libros, tres o cuatro en total, que merecen una liturgia especial. Debes abrirlo, leerlo, hacer una pausa, llevarlo a tu pecho, cerrar los ojos, acariciarlo, y después volver a abrirlo y repetir la misma liturgia. Su prosa te acaricia y tú lo debes acariciar a él. Se lo merece. Es ese nuevo hijo que  uno debe acunar con cariño hasta que duerme y descansa.
El libro habla de la piedad. O, mejor dicho, la piedad se ha hecho letra y nos habla a través de la prosa de Zweig. Platón hablaba de un mundo en el que estaban situadas las ideas perfectas de todo lo existente, el mundo inteligible. En el mundo terrenal, el que nosotros habitamos, sólo existían copias imperfectas de ese otro mundo. Pues bien, en La impaciencia del corazón existe el original de la idea de piedad. Bajó del mundo inteligible para posarse, y ya quedarse definitivamente, en la novela de Zweig. Si alguien quiere conocer lo que es la piedad, lea el libro. La verdad de la descripción de D.Stefan tiene más fuerza explicativa que la propia vida. Uno no necesitará vivirlo para comprenderlo. Ahora bien, si lo vive ¡cuántas emociones y recuerdos traerá la engatusadora pluma del vienés a su recuerdo!
Decía la mujer de Zweig, Friderike, que su marido tenía problemas en la composición de novelas “largas”. Es posible que sea así. Sus dos novelas de mayor extensión, La impaciencia del corazón y La metamorfosis de la embriaguez, sufren en su bello discurrir pequeños movimientos sísmicos. En la primera, La impaciencia…, debemos reconocer que cuando el personaje del doctor Condor relata cómo conoció a los Kekesfalva, sentimos que la explicación es prolija e innecesaria. Pero queda como pequeña anécdota ante la majestuosidad y grandeza de la novela; y del protagonista, el noble y digno de compasión y afecto Teniente Hofmiller.
Empecé el artículo hablando de la debilidad y así lo voy a acabar. Zweig nos muestra la debilidad que puede traer a nuestro corazón la piedad mal entendida. Puede ser peligrosa. De hecho, en italiano, el libro se tradujo como La pietá pericolosa. Título más certero, aunque menos sugerente.
La lectura de La impaciencia del corazón, permítanme el siguiente juego de palabras, trajo paciencia a un corazón que, en ese momento, estaba impaciente y débil. Gracias a Zweig encontró solaz y tranquilidad. Y eso es algo, como persona agradecida que soy, que siempre recordaré. Como dije en una entrada anterior, hay libros y hay amigos que siempre caminarán de la mano conmigo y con mi recuerdo. Éste es uno de ellos.


4 comentarios:

  1. Es la última gran novela que he leído y te debo a ti, muy estimado Ariel, la instigación para leerla. No todos los días recibo una recomendación de lectura tan buena, te lo puedo asegurar, de modo que te estoy muy agradecido por ésta en particular.

    Juan Antonio Rivera

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  2. Estimado Juan Antonio:
    Pronto, muy pronto, hablaré en este blog de otra gran novela.
    Tú también me has hecho, con tu prosa, disfrutar de grandes libros.
    Un saludo.

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  3. Yo estoy a mitad de leerlo y me está gustando muchísimo este autor, es el primer libro que leo de el. Saludos

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