domingo, 12 de diciembre de 2010

¿COMPRAR O ALQUILAR?

La forma de posicionarse de una sociedad viene mediatizada por importantes líneas de poder que confluyen y forman eso que llamamos nuestro tiempo.
Los españoles actuales han sido moldeados, principalmente, por dos ejes que han dibujado con inusitada fuerza el siglo XX: el cristianismo y la guerra civil. Es más, no se entiende la segunda sin el primero. Ya saben ustedes que lo que se jugó entonces fue un modelo de vida y, por lo tanto, de ciudadano.
De todo aquello devino un español previsor, ahorrador y con aversión al riesgo. En la última década, gracias a la burbuja inmobiliaria, esos valores han sido sepultados por un pecado capital: la avaricia.
La avaricia, como otros pecados, arrasa y destroza al que la disfruta. No suele ser buen compañero de viaje. Aunque la avaricia en épocas de penuria económica es devorada por el miedo. Y la época actual lo es.
La reflexión con la he comenzado este artículo tiene relación con la cuestión que intento desarrollar. La mentalidad derivada de las penurias en las que la guerra civil sumió a España, junto con los valores de ahorro y modestia, que transmite en su mensaje el cristianismo, aunque no de manera clara, se aprecia mucho más, por ejemplo, en el protestantismo, han derivado en un ciudadano que es de mentalidad conservadora, prefiere asegurar la vivienda, aunque para ello necesite toda una vida, que vivir con la incertidumbre de no saber  dónde lo hará en los próximos años, esto es, de alquiler.
La inversión económica de la compra de una casa, posiblemente, no compense. Cuando se termina de pagar el capital y los intereses (estos no están incluidos en el alquiler), uno ya está más cerca del otro mundo que de éste. Pero tampoco voy a valorar cuál de las dos es más rentable económicamente: el alquiler o la compra. Sí lo voy a hacer con respecto a otra cuestión, en principio baladí, pero al final decisiva.
Dice un proverbio chino que cuando compres una casa, debes tener cuidado con los vecinos que incluyes en la compra. No puedo estar más de acuerdo.
Ahora estoy viviendo en un piso de alquiler. En la primera planta. En el que hay justo encima, el segundo, vive una madre con dos niños, que bien podrían haber interpretado la segunda y tercera parte del exorcista. Y no me refiere al papel del cura.
Estos niños, no sé si con el beneplácito de la madre, se pasan la tarde corriendo y gritando- Perdonen un momento, Un inciso. << ¡Nene, estate quieto ya!>>- Como iba diciendo, he de aguantar muchas tardes su falta de respeto y educación. No me molesta del todo porque sé que mi paso por el edificio es circunstancial y temporal, en unos meses ya no estaré. Pero, ¿qué hubiera pasado si el piso fuera de mi propiedad y tuviera que aguantar este castigo varios años? No es justo. No hay derecho que todos los ahorros de una vida se deban invertir en comprobar cómo unos niños poseídos bailan algún tipo de danza macabra sobre tu cabeza. Por eso el proverbio chino es tan importante. O haces caso a los chinos o alquilas. Como diría Shakespeare: that is the question.


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