martes, 18 de enero de 2011

Ad hominem

En los últimos días dos pesadas, oscuras y persistentes noticias asaltan mi ondulante tranquilidad: la niebla unamuniana que envuelve Castilla la Nueva y el ejercicio de atroz violencia que ha sufrido el Consejero de Cultura de Murcia. La niebla es un fenómeno natural y a la naturaleza se le perdona y se le consiente todo. La violencia ya es otra cosa.
No me gusta hablar de política, ni de violencia, ni mencionar la única certeza que anida en mí: la estupidez humana. Pero he de hacerlo. La realidad se impone a mis preferencias.
El Consejero está en el hospital restañando sus heridas físicas y las que de verdad dejan secuelas: las emocionales. No sé cómo lo va a hacer. Qué subterfugios va a utilizar, qué argumentos va a esgrimir, para asimilar lo que le ha pasado y, en la medida de lo posible, aceptarlo. Confío en la capacidad que tiene la mente para crear autoengaños (los mecanismos de defensa freudianos) con los que asentarnos en la compleja realidad, olvidando que la vida es una pista de patinaje en la que los que patinan serán toda su vida unos neófitos y besarán la pista con la misma insistencia con la que desean esa felicidad que casi nunca llega.
En la brutal paliza física que se le ha infligido al Consejero, y por ende a su familia, hay que añadir la que han recibido todos los ciudadanos de bien. Ha sido un hecho deleznable y que sitúa a sus autores más cerca del animal que del hombre. Aunque me temo que para éstos eso no sea ninguna novedad.
En cualquier caso lo que más me llama la atención no es la agresión en sí, que también. Es la disputa dialéctica que se ha generado en torno a la autoría moral de la misma.
Desde las filas del PP se han cargado las tintas sobre los partidos de izquierdas y los sindicatos. Desde la izquierda se lanzan a la arena pública voces indignadas con las diatribas que desde la otra bancada le lanzan. Unos y otros acusan y defienden. O defienden y acusan. A veces, casi siempre, se olvidan de que hay un señor en el hospital que ha estado a punto de perder un ojo. Da la impresión de que eso es lo de menos. El Consejero es el elemento para una nueva disputa. Lo que a él le ocurra forma parte de la batalla política. Se difumina su entidad como persona y se resalta como elemento de confrontación. Permítanme una pequeña digresión: como cuando salen a la palestra los de Tráfico para informarnos de manera ufana de que sólo han muerto “x” personas. “Y” menos que en el mes anterior. Olvidando que cada muerte es una tragedia familiar. Las personas se  convierten en números y se utilizan como éxitos en la gestión. Sigo.
El PP acusa y el PSOE se muestra indignado. ¿Qué hay de verdad en uno y en otro?
Ambos simplifican tanto su discurso que se convierte en mentira. La agresión es un cuadro cubista y como tal hay que analizarla. La culpa jurídica la tienen los tres mequetrefes, vándalos,  desalmados y cobardes que propinaron la paliza a Pedro Alberto Cruz. La culpa moral, ésa que no puede ser juzgada por ningún tribunal, corresponde a los que desde sus tribunas de poder han fomentado y propagado la violencia, la injuria, y la descalificación personal como forma de hacer política. Hace mucho tiempo que en España no se lanzan las ideas a la arena dialéctica. Son los argumentos ad hominem los encargados de hacer el trabajo sucio. Parece que El príncipe de Maquiavelo se ha convertido en el libro de cabecera de nuestros políticos. Aunque remarco el <<parece>>. No creo que nuestros políticos pierdan el tiempo leyendo libros. ¿Para qué? Si la política se ha convertido en ataques ad hominem, se instruirán mejor viendo los programas de lo que se conoce como telebasura. Ahí están los nuevos cicerones de nuestra época. Los oradores a los que vitorea el pueblo.
Indudablemente sólo hay tres culpables. ¡Ojalá vayan a la cárcel! Ahora bien, todos los políticos,  sindicalistas y gente varia que han alimentado con su discurso agresivo, ofensivo, calumnioso y amenazante el odio de la masa son culpables de lo que ha ocurrido. El pueblo no es sabio. El pueblo es el rebaño que las clases dirigentes adoctrinan, dirigen  y manejan.
En Murcia se han celebrado manifestaciones en las que políticos han proferido amenazas públicas, han vilipendiado al rival con inquina, manifestantes enfurecidos han lanzado huevos en inauguraciones, ... Y eso es un manjar cocinado por el diablo. El plato que nos sale con los ingredientes anteriores tiene el nombre de odio. Y puedo asegurar que es muy indigesto.
El PP en Murcia se ha equivocado en su política económica, las cifras lo dejan claro. Creo que se ha equivocado también al atacar de nuevo al funcionariado en su dignidad y en su economía. Pero eso lo único que justifica es que cuando lleguen las elecciones de mayo las urnas dicten sentencia. Lo que ha devenido de las equivocaciones del PP ha sido un auténtico disparate: la agresión. Culpables: todos los que, en alguna medida, han contribuido a que los tres energúmenos que propinaron la brutal paliza utilicen la violencia como forma de manifestar su disconformidad.
Adenda: Ortega se quejaba de que el pueblo había devenido masa. Si el bueno de D. José levantara la cabeza vería algo que todavía le indignaría más: la masa tiene poder. Ha pasado de ciudadano de rebaño a político con ínfulas.
Mis mejores deseos para Pedro Alberto Cruz. Un abrazo.

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