sábado, 15 de enero de 2011

¿¡Qué grande es el cine!?

Últimamente, y sin una razón visible, o por lo menos yo no la percibo, he mantenido una estrecha relación con el cine. Tres películas dispares han salido al encuentro de mi pasivo yo. Me he sentado en la butaca y, con la compañía de M., he dado buena cuenta de las tres singulares cintas de celuloide.
Cuando indique los títulos comprobaran los pocos nexos de unión que guardan entre sí. Siempre me acerco a la sala de cine sin prejuicios y sin tabúes. Soy capaz de ver cine mudo, dibujos animados, cine independiente, el último estreno de Hollywood,… Cualquier cosa. Sólo una condición: ser yo el que decide en cada momento qué película ver. Bueno… miento. La última la eligió M., y ante eso únicamente pude hacer una cosa: asentir.
La primera película que voy a comentar es El discurso del rey. Favorita en los globos de oro y quizá en los Oscar. Previsible, recurre a lugares comunes y lo más criticable de todo: Colin Firth no es creíble. Y no porque sea mal actor. Me parece extraordinario. No lo es porque Colin Firth destila fuerza, señorío, chulería, estilo, poderío, belleza y carisma. Y en el personaje del rey Jorge, un tartamudo que lucha (simplificando mucho la cuestión) toda su vida contra ese defecto no me resulta creíble. Colin Firth tiene el perfil de los que han nacido para triunfar. Por eso la película no me la terminé de creer. Siempre tuve presente que era una ficción. El séptimo arte, en esta ocasión, no me engañó.
La segunda es No controles. Una película española para, como se dice coloquialmente, pasar un buen rato. Ya habrán observado lo variopinto de mi gusto. Humor sencillo que hace que en tres o cuatro ocasiones tu risa  pase de la sutileza de un susurro a hacerse estridentemente sonora. Entretenida. Sin más. También prescindible.
Ayer tuve, a pesar de mis reticencias iniciales, que ver También la lluvia. Película española nominada a trece premios Goya, y que representará a nuestro país en los famosos premios de la Academia. Un drama social ambientado y contextualizado en la Bolivia de la guerra del agua. Previsible, con buenos y malos sin matices, al igual que El discurso del rey con lugares comunes, y con diálogos simples. Por momentos…aburrida.
Sobre las tres películas puedo decir lo mismo: prescindibles. Lo mejor… cuando en la pantalla aparece The End o Fin. No digo que sean malas, pero tampoco buenas.
O mi gusto estético, siguiendo en esto al bueno de Hume, es demasiado exigente, he visto ya demasiadas películas, o las películas que hay en cartelera son de poca calidad. Me inclino por una mezcla de ambas: soy exigente y el cine que he visto es…aburrido. Sí, quizá ese sea el adjetivo más adecuado.
La próxima vez que vaya al cine quiero y necesito una película que me reconcilie con él. Aunque creo que la elección ya está hecha: De dioses y hombres. Leí una crítica que me abrió el apetito y esa será la película que intente degustar. A ver si consigue hacer desaparecer el regusto amargo que me han dejado las tres anteriores.
Por cierto,  acabo de terminar de leer el libro Anatomía de un instante de Javier Cercas. Lo recomiendo.  Así es la vida, una película mala, un libro bueno, un rato malo, un momento agradable. Unas veces nos dan y otras nos quitan. M., me dio una mala película, pero después me dio una bonita velada. Como diría José Mota (ya les digo que leo y veo de todo)…"las que entran, por las que salen".

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