martes, 11 de enero de 2011

Cultura

Hay muchas cosas que creo que nunca podré asir en plenitud. Algunas, las más bellas, porque son intangibles. Otras, las más, por incapacidad. Y otras por indefinición del concepto. Por suerte a M., en alguna ocasión consigo asirla. Pero vayamos a cuestiones más serias y, por lo tanto, quizá más prosaicas… Creo que si consiguiéramos desmenuzar la vida y quedarnos con dos o tres cosas merecedoras de tal honor, al final elegiríamos lo que no necesita meditación: el amor, la risa y el juego… ¡Vaya, otra pequeña digresión¡ El laberinto de mi discurso siempre intenta oscurecer mis ideas. Bien… como iba diciendo. Un concepto que me resulta difícil entender y, por tanto, aclarar, es el de cultura. Manido y utilizado por todos, sus posibles polisemias me despistan.
¿Qué es cultura? ¿Quiénes son sus portavoces? Preguntas sencillas de difícil respuesta. Sé que hay un Ministerio de cultura. También que hay unos portavoces (todos los que pertenecen al mundo de las letras, del arte, del cine). Asimismo, oigo voces preclaras y entendidas que desde el supuesto mundo platónico de la cultura me muestran mi necedad y me instruyen. Bien… Pues incluso sabiendo lo anterior, sigo sin tener claro por dónde se puede asir el concepto.
Voy a intentar desmenuzarlo, como haría Descartes, para después hacer un análisis, una síntesis y una enumeración. Buscando que al final me aparezca éste de una manera clara y evidente. Como nuestro gran Cartesio querría.
1. Culto es que el tiene una licenciatura. No, ésta no me vale. Los del cine y los ministros no necesariamente la tienen. Ésta primera premisa no cumple con los requisitos epistemológicos.
2. Culto es el que ha leído mucho. Me temo que tampoco necesariamente la cumplen. Algunos sí, otros no.  De hecho, tengo la intuición (es sólo una intuición) de que un empedernido lector nunca sería político.
3. Culto es que el domina varios campos de lo que se conoce comúnmente como artes (cine, teatro, literatura, música, pintura, escultura). Creo que los que desde el mundo anterior se nos aparecen como portavoces tampoco lo cumplen. No veo entre ellos (quizá me equivoque) muchos que den el perfil del hombre del Renacimiento.
Podría seguir con un 4,5,6… pero para qué. Con esto es suficiente para terminar con la enumeración que exigía Descartes. Me temo llegaría a donde yo suelo llegar: a ninguna parte. ¿Qué hacer con el concepto, entonces? ¿Y con sus supuestos embajadores? Huyyyyy… creo que no voy a poder contestar a ninguna de las dos. Sólo me queda volver a mi admirado Cartesio y aceptar su duda metódica como posicionamiento ante todo lo que oiga y vea. Cuando algún avezado e ilustrado miembro(a) del mundo de la cultura se digne a enseñarme, a mostrarme, o a indicarme algo, primero haré pasar sus reflexiones por el tamiz de la duda. A ver entonces qué me queda.
Seguiré agradeciendo al Estado que cree un Ministerio para los incultos como yo, a un director de cine que dirija mi dinero a las películas que considere que aumentan la cultura en España, a actores maniqueos que saben lo que está bien y lo que está mal, enseñármelo. A músicos que con sus fantásticos epigramas condensan la sabiduría de la vida como yo jamás sabré hacer. Se lo agradezco. Ahora bien…si me lo permiten, en ese reducto de libertad que me deja mi conciencia individual…en ése que la sociedad culta aún no ha podido entrar…aplicaré aquello de D.Renato: “cogito, ergo sum”. 

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