domingo, 6 de febrero de 2011

ORA ET LABORA

Hoy mi cuerpo y mi mente se dan la mano y salen a pasear por el camino de la pereza. No me apetece nada, si acaso lo que tenga que ver con la inmediatez. La reflexión se me aparece como un elemento que ha conocido mejores días.
Asomo mis pasivos ojos a la ventana: una lluvia irregular, persistente y nostálgica me informa de que el día, para no contrariarme, ha amanecido como yo: gris.
Dejo el día oscuro detrás de mí, me siento en el sofá y enciendo la televisión. Programas varios de contenido similar salen a mi encuentro. Por mucha pereza intelectual que tenga, la dignidad le supera. No veo ninguno. Conecto el teletexto. Ya les digo que busco inmediatez: “Merkel avanza en Madrid su plan para crear los Estados Unidos de Europa. Fiscalía: 377 años para Txeroki. Vitoria: pareja murió de disparo. El gobierno endurecerá los requisitos para cobrar el paro. Sólo cinco cajas aprobarían, …”. Apago el teletexto y la televisión. Vuelvo a posar mi vista sobre la lluvia. Sé que el día, probablemente, ya no dará más de sí. Es uno de esos en los que no hay reflexión. No me gusta. Aún así me rebelo y me digo: <<inténtalo. Haz algo. No puedes dilapidar las horas que aún quedan>>. Me acerco a un libro que se me está resistiendo. Lo dejo. Su defensa es numantina. Cojo una revista a la que estoy suscrito. Sus artículos, hoy, son excesivamente densos. Vuelve a ocupar su tranquilo lugar en un rincón de la mesa. Pocas opciones quedan ya para revertir la situación. No me resigno, pero no veo posible solución. <<¿Qué hacer: abandonar o un último intento de aprovechar las horas que amenazan con marcharse para ya no volver?>> . Fuera, el día aún es más oscuro. La noche anuncia su presencia. Miro la televisión, miro la ventana, miro el ordenador y… al final… me acuerdo de la frase que reza en los monasterios cistercienses: “ora et labora”. Retomo un ensayo en el que estoy trabajado.
4 hours later:
Estoy contento con la decisión tomada. Una vez más, ya desde la Edad Media, cuando crearon las primeras Universidades, los monjes han vuelto a acertar. Y ahora yo, como ellos entonces, voy a premiarme con un exquisito vino. Lo lúdico también es necesario. Pero siempre después del “labora”.
3 hours later:
Estoy en la cama y la reflexión, a destiempo, ha acudido a mí. No es el momento. Quiero dormir. Un largo día me espera para salir al encuentro. La cuestión que ha llamado a filas a mi reflexión me infunde temor: su constancia amenaza con ser invencible. He de intentar solucionarlo.
¿Realmente es necesario trabajar para merecer el ocio o es una cuestión educacional? Decía Goethe que cuando un amanecer de trabajo salía a su encuentro, una bonita tarde le estaba esperando. Yo también lo pienso. Pero, ¿lo hago embebido porque realmente crea que es así, o por mis prejuicios educacionales? Ya son las tres de la mañana y la cuestión impide que mis ojos se cierren.

Continuará…


























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