domingo, 27 de febrero de 2011

Un gesto que vale por una vida

El tiempo está ambivalente, juguetón y osadamente caprichoso. Juega con mis prendas de vestir con la misma veleidad que el azar lo ha hecho con mi vida. El día promete ser casquivano, intentaré no secundarlo.
La mañana, pronta a anunciar su retirada, está comenzando a dar paso al mediodía: la cerveza anuncia su espumeante y sabrosa presencia.
La tarde la dedicaré a M., y al cine: 23 F es la elegida.
Últimamente he leído bastante sobre lo que aconteció, y sobre lo que no, aquel famoso día en la onomástica española. Mucho se dice, y mucho se dice que se ha callado. Yo no hablaré sobre lo que se dice, ni sobre lo que se ha callado. Sí sobre la figura de dos de los cuatro principales protagonistas del golpe de Estado (los otros son Tejero y Santiago Carrillo). Aunque también se le podría llamar “afirmación de Estado”. Tejero pretendió una cosa y, como suele suceder cuando nuestras fuerzas son inferiores a la circunstancia, consiguió lo contrario: la democracia salió reforzada.
Voy a señalar brevemente la figura histórica en la que han devenido los gestos de D. Adolfo Suárez y D. Manuel Gutiérrez Mellado.
Uno, impertérrito ante la adversidad y el miedo, y el otro osado ante tamaños enemigos. Suárez mostró una señorial imperturbabilidad. Su gesto nos indica que hay situaciones en las que la vida o la muerte son lo de menos. Lo importante es la idea: ésa por la que él tanto luchó: la democracia. El gesto de Suárez es el gesto de la fuerza de una idea. Suárez no es el ser humano, es el hombre que sabe que su vida está entregada a la causa. No importa su ser vital, sí su ideal. Y él lo sabe. Fortalece con tranquilidad y gallardía su idea, sabiendo que es la única manera de hacerla creíble.
El gesto de Gutiérrez Mellado camina de la mano del de Suárez. Pero siendo similar, es diferente. Mellado es como el Sancho Panza de nuestro Quijote, es el abanderado de la causa. El que tiene que luchar con su ánimo y fuerza por ella. Es el enviado de la idea para defenderla. El gesto de Mellado es el de la valentía y honestidad que toda idea debe llevar detrás. Suárez la formula y Mellado la ejecuta. Entre los dos otorgan a la democracia su base gestual: le dan honor, valentía y señorío. La democracia ha vencido. Sus dos valientes hidalgos, también.
Desde aquí blando mi espada, la de la admiración, por esos dos corazones generosos.
El tiempo sigue oscilante, las nubes continúan su erróneo caminar. Todo parece contribuir a la confusión, excepto una cosa: el recuerdo de estos dos insignes personajes. Ellos no traen confusión, sí esperanza.


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