lunes, 15 de noviembre de 2010

"EL BESO" DE GUSTAV KLIMT

Estoy en la habitación de una amiga. Ha abierto el santuario de sus intimidades a mi no siempre discreta mirada. En el centro de la misma veo un cuadro que ya he visto en otras ocasiones, siempre en habitaciones de mujeres: el beso de Gustav Klimt.
Le pregunto por el cuadro. Me dice que le gusta mucho, que le emociona ver cómo él la abraza y la envuelve. Me dice que es su cuadro favorito y que le gustaría muchísimo sentirse tan protegida alguna vez en su vida. Sentir que ella y él, sea quien sea ese él, sean uno.
Yo observo el cuadro. No es la primera vez que lo veo. Mi lectura del mismo es muy distinta. Veo un cuadro que representa una nueva vanguardia, el simbolismo, de la que no soy muy seguidor. Veo unos colores chillones. A un hombre besando a una mujer y envolviéndola, sin llegar a hacerme sentir ternura. La rectitud de algunos trazos de la pintura, su geometría y el color estridente del cuadro tienen mucho que ver.
Al ver cómo ella sigue, ensimismada, mirando el cuadro, me pregunto si no estaré perdiendo sensibilidad. 
La ternura que aprecio en los ojos de mi amiga, aquí sí que la veo, me hace dudar de mi percepción estética. ¿No habré sabido leer e interpretar éste cuadro de Klimt? 
Salimos de la habitación, me despido de mi amiga. Quedamos emplazados para otra ocasión. La visita a su habitación no tenía nada que ver con Eros. Era algo tan prosaico como ayudarle a cambiar una bombilla.
Voy para casa y sigo meditando sobre mi percepción del cuadro. Una nueva idea en forma de pregunta ilumina mi reflexión. ¿No será que al nominar condicionamos nuestra percepción? Dicho de otra manera: ¿si el cuadro no se llamara "el beso", la percepción de mi amiga sería la misma? Tengo mis dudas. 
Es verdad que el cuadro muestra cómo una persona le da un beso a otra mientras la envuelve con sus dos manos. ¿Pero cuánto de ternura y ensoñación ha puesto mi amiga en su percepción por llamarse el cuadro de esa manera determinada? ¿No ha añadido nuevos elementos por tener un título tan sugerente y tan sugeridor?
Llego a casa. M., me espera. Entro a nuestra habitación y lo que veo no admite reflexión ni disputa. A orillas del Oise en Auvers de Van Gogh sale a mi encuentro.

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