miércoles, 10 de noviembre de 2010

INTELIGENCIA INTUITIVA

Me gusta mucho leer. Junto con el vino y la cerveza es lo que más me gusta. Menos mal que mi mujer no lee mi blog.
Cada vez que tengo un nuevo libro entre mis manos sigo una pequeña liturgia. Y el primer paso es ponerlo en mi corazón para que mis latidos lo acaricien. Es una forma de hacer que el libro ya sea parte de mí.
Siempre espero mucho de mis lecturas. Tengo la vana esperanza de que cada una de ellas sea la piedra filosofal que me resuelva las dudas existenciales. Pocas veces ocurre. Aún así disfruto con su callada y respetuosa compañía.
Hace un mes, por cuestiones laborales, estuve viendo un apartamento para instalarme en él  en estos duros meses invernales. La carretera en el centro de España es peligrosa y traicionera. A veces coloca una capa de hielo debajo de tus ruedas sin avisar.
Estuve dos días pensando si quedarme con el apartamento o no. Y para decidir seguí un razonamiento simple: si me convence plenamente me lo quedo, si dudo, no. Eso hice. No me lo quedé.
A los dos días recibí una llamada de la dueña del apartamento ofreciéndome la posibilidad de quedarme con él un mes a prueba, incluyendo en la oferta un buen acuerdo económico. También lo pensé durante dos días, para terminar aceptando. Pensé que un mes se pasa rápido y que quizá me estaba equivocando sobre mi primera impresión, y el apartamento era el adecuado. Evidentemente, al aceptar, me equivoqué.
Una de las lecturas más gratas que he realizado en los últimos meses ha sido "Inteligencia intuitiva" de Malcolm Gladwell. Fue un libro que acaricié, lo froté contra mi corazón y cuando lo acabé lo miré afirmativamente, diciendo que sí, que sería uno de los que ya me acompañarían en el recuerdo.
En el libro, Gladwel afirmaba, entre otras muchas cosas, que lo que nosotros llamamos primera impresión es tan válido cognitivamente como una decisión muy meditada. Y en algunos casos mucho más. En nuestra primera impresión manejamos mucha información. El inconsciente actúa dando datos de los que no solemos ser conscientes, pero colabora en el proceso decisorio con una cantidad ingente de información, procesada a una gran velocidad. Por lo que nuestra primera impresión, o inteligencia intuitiva, como él lo llama,  está llena de información.
Cuando a esa primera impresión empezamos a añadirle datos de manera racional, en la mayoría de los casos estamos emponzoñando la verdad. A la decisión inicial, que suele ser la válida, se le añaden prejuicios, verdades ad hoc, intereses..., etc. Una serie de premisas o cosas que nos alejan de la verdad.
Si yo hubiera hecho caso a Gladwell, si me hubiera acordado del mensaje que transmitía su clara prosa, no estaría maldiciendo mi mala memoria y la errónea decisión que se ha derivado por no acordarme de lo importante cuando lo he necesitado.
Sólo tenía que haber recurrido a mi grata lectura para tomar la decisión adecuada.  
Creo que he aprendido la lección. Y permitánme que abuse de su confianza y su amabilidad y les dé un consejo, en forma de epigrama: "Cuando la  primera impresión les generé duda, desistan".
Ayer les hablaba de un vino que nunca defraudaba. Hoy me temo que, en la soledad de mi odiado apartamento, deba recurrir a él. Porque recuerden: In vino veritas. Y si no les vale esa afirmación, les doy otra: En la inteligencia intuitiva está la verdad.
  

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