sábado, 6 de noviembre de 2010

TARDE DE SÁBADO

Miro, desde la distancia, a través de la ventana y veo cómo el color que iluminaba mi casa ha ido perdiendo intensidad. Ya no es amarillo, es gris. Al día le pasa igual, empezó prometiendo un arco iris de novedades y se está apagando sin cumplir ninguna de las promesas que anunciaba.
Hoy ya no voy a seguir luchando por atrapar el tiempo, me rindo. Sé que no es muy tarde, y que aún puedo cruzar el umbral de algo maravilloso, pero no me apetece. Hace tiempo que ya no emprendo batallas que sé que no voy a ganar. Permaneceré frente al ordenador escribiendo mis pensamientos, mis deseos, mis anhelos y mis mentiras; mientras mi mente deposita ya todas sus esperanzas en un nuevo día que aún no ha llegado y que, posiblemente, traerá a mi vida lo que ha traído el que amenaza con irse: nada. Aún así me permitiré el lujo, una vez más, de dejar que eso que pasa cerca de mí, que me toca tangencialmente, y que yo desaprovecho a raudales, el tiempo, dilapide su pequeña esencia en otras casas donde sea mejor recibido y mejor interpretado. En mi hogar ya no tiene cabida. Es demasiado tarde. Ya sólo espero, y espero solo, que el mañana me anuncie una novedad que rompa la mediocridad del fin de semana.
El gris que entra por la ventana está pasando a ser negro. Pero a mí ya me da igual. El día ha acabado y de la noche no espero nada.
Mañana será otro día. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario